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Thursday 17 November 2011

Mi historia en Auckland. Dándome de alta...

Sin importar el plan, o el lugar de Nueva Zelanda donde decida establecerme temporalmente, existen un par de trámites y situaciones que irremediablemente deben enfrentarse los primeros días. Haré estos trámites ya de una vez también a fin de evitar la procrastinación, en la que soy muy buena, cosas mexicanas. En fin, comienzo a descifrar el sistema kiwi en general, sus asuntos burocráticos y el ritmo de la vida diaria, así como el transporte, la comida, la vivienda y demás; empiezo a aprender a vivir en Nueva Zelanda.

Pues bien, para poder empezar una vida en Nueva Zelanda, necesito existir en el país, digámos que requiero “darme de alta”... para que así puedan tanto pagarme como deducirme impuestos por ello, no tengo residencia pero al menos ya tengo un número telefónico, ahora necesito abrir una cuenta de banco y registrarme en el IRD (Inland Revenue Department), la oficina pública de recaudación kiwi.

México ama tanto la burocracia que me sudan las manos solo de pensar en el proceso de abrir una cuenta de banco debido a que soy extranjera, enseguida pienso en el montón de requisitos que necesitaré cubrir, me muerdo la uñas porque no tengo ni casa ni trabajo y en este país acabo de empezar a existir hace unos días, no es para menos mi estrés. Sergio y Paola me recomiendan el banco donde ellos han abierto su cuenta, ASB, ya que además de la tarjeta de débito, a la que llaman “eftpos” te dan una adjunta que puede usarse para compras en la red pues usa números de Visa y/o Mastercard. Tomo su consejo y voy a la sucursal que se encuentra sobre la calle Queen con Wellesley en el CDB (Central District Business) en otras palabras, voy al centro.

Esta sucursal se encuentra en un lugar muy concurrido de la ciudad, pienso que tal vez no fue buena idea venir aquí, es alrededor del mediodía en un día entre semana, ASB se lee, los colores amarillo y negro le adornan, entro a la sucursal con mi papelerío listo. ¿Dónde está la gente?, pienso. Literalmente, el banco está vacío, acostumbrada a las largas filas de los bancos en México, esto es bastante sorprendente, a la entrada se encuentran un par de cajeros automáticos, luego una recepción, detrás de esta se encuentran lo que parecen las oficinas y a la izquierda al fondo se encuentran las cajas, que a diferencia de México no se encuentran extremadamente protegidas, no parece que los cajeros hablaran con reos peligrosos de una cárcel. No hay fotos de asaltantes, ni anuncios que expresen el estrés de la potencialidad de robos. La atmósfera de seguridad es bastante perceptible y es bienvenida.

Me acerco al mostrador y una rubia me atiende. Le comento sobre mi llegada reciente, la razón de mi estancia y mi solicitud de apertura de una cuenta. La rubia sonriente me dice que no hay problema, me enseña un folleto con las cuentas disponibles y escojo según la recomendación, la “streamline” que es gratis y solo lleva un cargo de $5 NZD por adquirir tarjeta de débito extra. La rubia me solicita mi pasaporte, copia los datos y después me pide mi dirección, con temor y una mueca le comentó que estoy en un hostal y que no tengo residencia permanente aún y bla bla bla, al final de mi balbuceo espero escuchar: “lo siento Srita. si es ese el caso, entonces tiene que traerme primero 80 copias de tales y cuales documentos, llenar 50 formas, firmar acá y allá, llamar a 20 personas a 5 números diferentes, y esperar un mes por su tarjeta”. Afortunadamente lo que en realidad sucede es que importándole poco mi historia de no residencia, me pide la dirección de mi hostal para abrir la cuenta y mi número de celular, le proporciono ambos datos. La rubia me dice que tomará una copia de mi pasaporte, que firmaré una forma y me avisarán por medio de un mensaje a mi celular cuando mis tarjetas estén listas para ir a recogerlas, en un plazo máximo de 5 días. La miro con un poco de desconfianza, mientras espero, ¿de verdad ha sido tán fácil? En efecto, firmo, me entregan mi pasaporte y me despiden. Increíble.

Al día siguiente llega el turno de darme de alta en el IRD, según lo que investigué este trámite también es fácil y rápido y de hecho se puede hacer en cualquier oficina postal. Desfortunadamente, para este trámite tan fácil se requieren tres documentos y me falta uno: la licencia de manejo internacional. No sé manejar, nunca tuve la necesidad, nunca hubo un auto familiar así que nunca aprendí y por lo tanto no tengo licencia de manejo. Entonces para registrarme me envian a la oficina regional de IRD que está en Takapuna y hacer el trámite ahí. Tomo esto como una oportunidad para mi primera aventura fuera del centro de Auckland y conocer este suburbio en la costa norte de la ciudad, me empaco un almuerzo, mi cámara y papeles dispuesta a pasar el día caminando en el suburbio, el clima ha sido muy benigno desde que llegué, los días muy soleados, mañanas y noches bastante frescas.

Takapuna se encuentra al norte de la ciudad de Auckland, su nombre de es origen maori, y está asentada como el resto de la ciudad sobre tierra volcánica, el autobús que me lleva hasta allá es el 839 (Takapuna-Midtown), esta información la encontré fácilmente en línea, los horarios y las paradas están predeterminadas, todo está organizado y me encanta. Tomo el autobús sin problemas y toma alrededor de media hora el viaje de vistas accidentadas, entre bonitos paisajes de la bahía, de vecindarios lindos, limpios y tranquilos, casitas de ensueño con jardines y cercas blancas, esto parece irreal pues es ajeno a lo que era mi realidad hasta hace una semana.

El autobús me deja muy cerca de la oficina de IRD que está en la avenida Byron, a pesar de ser el centro de Takapuna el lugar luce desierto y eso empieza a parecer una condición kiwi, lo cual se entiende, el país tiene poco más de 4 millones de personas y 2 millones de ellas viven en auckland y toda su zona conurbada, a pesar de ser la ciudad más poblada de este país, la densidad demográfica es muy baja, mucho más lo parecerá para cualquiera que ha experimentado la Ciudad de México, con 10 veces más gente que Auckland y todo el caos y el desorden que tal cantidad de gente conlleva.

El trámite en la oficina, tampoco me toma mucho tiempo, tengo que llenar más formas pero al igual que en el banco el no tener residencia no es un problema y me toman la dirección del hostal también. De hecho cuando me sea dado el número de IRD los documentos serán enviados al hostal, así que sin mayor problema dejo el lugar y me voy a explorar en busca de Takapuna beach, un punto de recreación y reunión kiwi.

De la avenida Byron hacia la playa es una caminata corta que me toma solo unas cuadras, de cualquier modo se me hace corta porque todo lo que encuentro en el camino me entretiene, la arquitectura de edificios y casas, los locales de comercios, la poca gente que veo, el cielo, incluso el cielo es diferente aquí. Nada de basura, nada de comercio ambulante, nada de miseria. Finalmente llego a la playa. Es en realidad un lugar de recreación, antes de la playa está un parquecillo, cubierto de pasto verde y unos cuantos árboles cuya sombra provee refugio para aquellos que no gusten tanto del sol, es un lugar perfecto para sentarse a tomar un almuerzo o solo contemplar y relajarse, y aquí si hay gente, recreándose o tomando el sol mientras leen, algunos juegan con algún balón en la playa, es evidente que los neozelandeses son gente que disfruta el tiempo al aire libre, la playa es linda, de agua verdiazul y su horizonte lo adorna el volcán-isla extinto, Rangitoto. La arena volcánica tiene un tono oscuro y un brillo un poco púrpura, contra el sol, la arena en las manos brilla entre morada y negra. Paso un rato largo aquí entre caminar, tomar fotos y sentarme en el pasto a observar, a soñar, a absorber, a meditar y a proyectar.







Cuando decido que es hora de irme de regreso a la ciudad, camino hacia mi parada de autobús, otra caminata por demás disfrutable, espero el bus y mientras, mi estómago me hace planear que habrá para cenar. Me voy a mi libreta donde hay notas que escribí mientras planeaba mi venida, y busco en la lista culinaria de Auckland. Como mencioné anteriormente, está lleno de asiáticos, parece que tano los asiáticos como los mexicanos, no pueden vivir sin su comida y se trajeron todo para acá. Leí en varios blogs sobre comedores asiáticos donde se podía probar comida bastante aunténtica a precios decentes, comtemplando por supuesto que el costo de vida aquí es muy alto.

Si no mal recuerdo el autobús me deja cerca de la calle Albert donde se encuentra localizado uno de esos comedores, así que me dirijo hacia él. Es una gran pasillo, mientras me adentro veo que los locales de comida se encuentran a la izquierda y las mesas esparcidas en el lado derecho. La mayoría de la gente que está dentro es asiática y hay unos cuántos blancos. La comida es muy variada: Thai, coreana, china, japonesa, etc.

Indecisa como soy, me doy como tres vueltas por el lugar antes de decidirme, resuelvo que un Pad Thai es lo que más se me antoja por ahora, ya habrá tiempo para probar más, me digo. Por 12 dólares (no, no es barato) me dan un plato bastante bonachón con suficiente comida. El sabor es buenísimo, el Pad Thai está fresco y no dejo nada. Para la sed, pruebo una bebida de color rosa con trocitos de algo que no supe que fue, la bebida estuvo.... entretenida.



Una vez satisfecha y cansada de la miradas que produce mi extranjerismo (no hay muchos latinos mestizos aquí) me marcho, sigo mi camino sobre la calle Albert en dirección contraria al muelle hasta llegar a Mayoral Drive para pasarme a la calle Queen, sigo el camino hasta que llego al costado de un parque, un parque hundido llamado Myers Park. El sol ya va en picada, el parque está desierto y lo atravieso tomándome mi tiempo entre los juegos para niños y la toma de fotografías. Al final llegó a la calle Queen, donde viven Paola y Sergio, y ahora también yo, después de 5 días de Queen Street Backcpackers y una cuenta de trescientos dólares, el sillón del depa de estos chicos, me viene muy bien.

Trámites listos, ahora, a buscar dónde vivir y oh sí, trabajo.


Bicho erradizo



Mi historia en Auckland. Reunión con los mexicanos.

Ya llevo algunos días en Nueva Zelanda. Me he tomado el primer fin de semana para digerir la llegada. Con respecto a mi estancia, ya me han mostrado en el hostal, el dormitorio compartido, en el cual pagaría casi tres veces menos, pero sigo decidiendo pagar por mi propio cuarto. El choque cultural continua, pero lo hace de manera positiva, ahora necesito determinar qué sigue y para dónde. Ha llegado el tiempo de planear.

Viniendo de un país lleno de desempleo como México, la paranoia de no encontrar trabajo está estacionada siempre en la mente. Y parece ser que tal pavor me motiva sino casi me obliga a resolver, que lo primero que haré no será viajar ni relajarme, (me relajé lo suficiente en México los últimos dos meses) sino empezar con la búsqueda de empleo y estacionarme en Auckland por el momento. Prefiero empezar a trabajar lo más pronto que pueda y ahorrar mientras aprendo más sobre Nueva Zelanda y lo que quiero ver, para esto necesitaré resolver algunos asuntos y hacer algunos trámites antes de comenzar con la búsqueda de empleo.

Un día de mi segunda semana en Auckland me encuentro con una pareja de mexicanos amigos de Adriana, quién he de mencionar otra vez, fue quién me hablo de la visa de vacaciones y trabajo para Nueva Zelanda, y a su vez ellos se lo comentaron a ella, así que bien podrían ser que ellos sean la razón por la que estoy aquí.

Paola y Sergio, son de DF, llegaron un par de semanas antes que yo y ya rentan un departamento en un edificio que está en la calle Queen. Adriana me pasó su información de contacto, así que cuando se enteran de mi llegada me invitan a su depa para conocernos con unas cervezas. Nos encontramos cerca de la calle Fort y después de presentarnos nos encaminamos sobre la calle Queen hacia su departamento, unas 6 cuadras en dirección al sur, en dirección contraria al muelle. Compran en el camino las cervezas. El edificio se encuentra casi enfrente de Myers Park y antes de llegar a Karangahape Road, el camino se vuelve subida conforme nos acercamos, Auckland es muy accidentado. Su departamento está en uno de los últimos pisos del edificio. Es un departamento de un cuarto, tiene una pequeña sala-cocina, un baño y un pequeño balcón, es compacto pero lindo.

El tema de la tertulia es por supuesto sobre nuestra experiencia de los primeros días, nuestras primeras impresiones y nuestras expectativas. Ellos me dan algunos datos y recomendaciones dado que ya llevan más tiempo acá. Ellos también están en busca de empleo aquí en Auckland.

Más tarde se une el primo de Sergio con quien vivieron los primeros días, no recuerdo su nombre. El primo es de raza caucásica de nacionalidad tanto mexicana como inglesa. Sergio por otra parte es mestizo como lo somos la mayoría de los mexicanos, justo como Paola y yo, y si acaso lo vieras junto a su primo sin saber que están relacionados, jamás adivinarías el parentesco. Parece ser que una tía se casó con un inglés y el gen caucásico fue el predominante, el primo pasó sus primeros años en Inglaterra pero aparentemente el padre murió y se mudaron a México, el primo habla ambos idiomas sin problema, sin embargo a pesar de que su vocabulario y expresiones del español son totalmente mexicanas, el primo tiene un acento.

Él llegó con la misma visa también pero consiguió una oferta de trabajo permanente y se quedó, hace ya cinco años de ello, debe trabajar en algún puesto ejecutivo, está vestido de traje formal. El primo nos habla de su propia experiencia y nos ofrece al mismo tiempo información sobre como funciona el país. Yo tomo muchas notas mentales.

La reunión ha ido muy bien, Paola y Sergio son bastante agradables y solidarios y empatizamos al estar en la misma situación. Nos sorprendemos y reímos de las diferencias que hemos notado, como lo malísima que es la conexión a internet o lo difícil que es el acento. Después de mencionar durante la charla cuánto estoy pagando en el hostal por mi cuarto y que he decidido quedarme también en Auckland por ahora para empezar a trabajar en lugar de empezar a viajar, Sergio me ofrece mudarme a su sillón por $100 dólares a la semana mientras encuentro donde vivir. Gran oferta que no podré rechazar.

Cerca de la medianoche termina nuestra reunión y a pesar de que Nueva Zelanda se encuentra en la lista de los países más seguros del mundo, Paola y Sergio me acompañan un tramo del camino de regreso a mi hostal.

Esta reunión me ha dejado mucho en que pensar, incluso mucho que proyectar. Si bien parece que hay una gran oportunidad de establecerse aquí, tampoco pienso pasarme el tiempo atorada en el mismo lugar trabajando, teniendo la misma rutina que tenía en México. Resuelvo que he venido aquí, a experimentar y a vivir, voy a dejar qué las cosas fluyan, se vayan acomodando y que pase lo que tenga que pasar. Además siempre existe la posibilidad de que no suceda ninguna de las dos cosas: que no logre quedarme y que por no hacer nada más que trabajar, se me acabe el tiempo de visa y me tenga que ir sin haber visto el país, me rehuso a dejar que eso pase. Me esperan días ocupados.


Bicho erradizo


Wednesday 16 November 2011

Mi historia en Auckland: Rompiendo el hielo.


Esta mañana despierto por instinto pues no tengo reloj alguno más que el del ordenador el cual dejé apagado anoche, me espabilo un poco y miró alrededor con rareza y ya recuerdo que estoy en Auckland y el grandioso día que tuve ayer, me es inevitable sonreír. Es mi primer día aquí, todo es nuevo y no tengo rutina así que tengo que detenerme a pensar en que haré de mi día. No tardo mucho en decidir que preocuparme por trazar un plan para un año completo en este país no sucederá hoy. Decido que hoy solo viviré.

Mi estancia vence a las 10 am, no sé que hora es pero nadie a venido a tocar a la puerta, debe ser más temprano entonces, por hoy no pienso moverme a ningún otro lugar, así que bajo a la recepción para extender mi estancia, mientras bajo contemplo que tal vez sea buena idea cambiarme a un cuarto compartido para reducir el gasto, sin embargo, una vez en recepción me confirman que mi actual cuarto sigue disponible y una vez más me venze la idea incómoda de compartir un cuarto y tiempo con gente extraña y pago otra noche en mi habitación.

Me vuelvo a ella relajadamente, entro y me asomo por la ventana solo para corroborar que es otro hermoso día soleado, esto propone un día para explorar y rolar por la ciudad. Sin nada de prisa mas que la suficiente que produce el hambre me tomo un baño y me preparo para salir a buscar el desayuno, una vez lista bajo y pido en la recepción me recomienden un lugar para desayunar y me envían al bar-cafetería que está en la planta baja y me dirijo hacia allá. Por cierto... a pesar de que ya es primavera en este hemisferio, este país está muy al sur y la brisa es aún gélida para mí así que he tenido que abrigarme más que los locales.

Llego al lugar recomendado que está casi en la esquina de esta calle, Fort, y entro, el lugar está completamente vacío, miro alrededor en busca de un lugar que me guste, me siento, examino la carta y encuentro la descripción de unos huevos muy apetecibles y espero... nada sucede, nadie se acerca, así que con extrañeza me levanto y voy hacia la barra y comento que quiero ordenar mi desayuno, sin problema la rubia me toma la orden y me cobra, 12 dólares por el desayuno más 3.5 dólares por un café. Enseguida, amigablemente y sin mucha formalidad me pregunta la señorita, en su acento kiwi: “where are you seating?”, no entiendo “pardon me” respondo en espera de que me sea repetida la pregunta, porque en verdad que no pizqué la idea, finalmente en el segundo intento lo entiendo y me giro señalando mi mesa. Ella me sonríe mientras se aleja hacia la cocina y yo camino hacia mi mesa preguntándome:¿será éste el modo kiwi? ¿no hay meseros?, ¿se ordena en la barra?... 

A mis huevos revueltos estilo americano, es decir, con sal y pimienta, los acompañan una salchicha, un tomate partido por la mitad y un par de piezas de pan tostado con mantequilla, además del café que ordené. Y para aderezarlos no hay más que más pimienta, sal y salsa de tomate. Así como los olores, los sabores de este mi primer desayuno en Nueva Zelanda también se sienten extranjeros, todo lo que había en mi plato lo he comido antes y sin embargo, todo tenía un sabor ajeno, en lo absoluto de mal sabor, solo extraño, el desayuno estuvo delicioso. Una vez que devoro todo, me relajo, y observo el lugar; no es necesariamente sólo una cafetería, de hecho también es un bar, uno donde transmiten deportes, pues hay varias pantallas. Se parece a algunos de los que hay en Playa del Carmen, pero este carece del aire gringo, sin duda tiene ese aire inglés-irlandés que una vez más, solo había visto en filmes. Permanezco en el café un rato más disfrutando mi libro.

Mas tarde me vuelvo al hostal, y pregunto sobre los servicios de internet en recepción. Me informan que el servicio ya sea inalámbrico o en las computadoras de escritorio es de 3 dólares por hora, en efecto, muy caro. Sin opción pago y me dan una tarjeta que contiene un nombre de usuario y una contraseña. Me voy a mi cuarto, me conecto a la red social facebookera y hago saber a quien me aprecia, que todo está perfecto y que he llegado en una pieza. Y ahora sí ya puedo salir a explorar con un par de cosas importantes en lista del día de hoy que debo conseguir: un teléfono celular y una despensa, pagando más de 12 dólares por comida como lo he hecho por el desayuno, agotaré el dinero muy pronto y afortunadamente el hostal tiene una cocina y todos los utensilios necesarios, así que no hay excusa, lo más inteligente será cocinar, lo cual será rudo, puesto que la cocina no es lo mío, ni lo disfruto y no soy muy talentosa, pero sacrificios deben hacerse. En recepción me marcan en el mapa dos lugares donde conseguir lo que necesito: The warehouse y Countdown, me pongo en marcha, mi mapa y mi cámara fotográfica me acompañan.

Dejo la calle Fort y doblo hacia la derecha para seguir caminando sobre la calle Queen, me siento tan citadina..., llego a la esquina de Customs y puedo ver en la contraesquina el centro comercial que me marcaron, “Westfield” se anuncia en letras cursivas rojas. Este es un cruce concurrido y espero con los demás por la luz verde, la gente es.. tan diversa... poco homogénea... caucásicos, asiáticos, polinesios (maoris), hindúes, no reconozco latinos, no veo negros. El semáforo cambia, e imitando al resto cruzo la calle en diagonal y llego justo a la entrada del centro comercial; la organización es básicamente la misma: locales de tiendas de productos diversos, un banco, un comedor y estantes con accesorios, pero es extraño porque no reconozco los nombres de la tiendas ni las marcas. Me guio por las señales hasta The Warehouse que se encuentra en el 3er piso, su diseño en color rojo y letras amarillas asemeja una bodega. Entro; camino y observo, está tienda vende productos diversos: ropa y accesorios, zapatos, electrónicos, libros, productos para la limpieza, higiene personal y cosméticos, medicinas básicas, joyas, dulces y alimentos preempaquetados como frituras y galletas, blancos y accesorios para el hogar, es una bodega y los precios parecen ser lo más accesible, ofertas es su lema, oferta por aquí oferta por allá. En una parte adjunta está “The Warehouse Stationary” que vende todo lo que se refiere a papelería, Office Depot u Office Max sería el equivalente americano. Este establecimiento no vende alimentos frescos. No me apetece comprar nada de aquí así que dejo the warehouse y deambulo por el centro hasta toparme con Vodafone y me compro el celular más barato, el más simple por solo... $45 dólares y con ello además de una forma mediante la cual ser localizada, tengo una alarma, un reloj, un calendario y una lamparita.

Dejo el shopping centre y de acuerdo al mapa si sigo por la calle Customs hacia la Vector Arena he de encontrar el Countdown, voy demasiado entretenida observando así que termino preguntando donde está el lugar pues por donde voy caminando no se ve ninguna señal, estoy cerca de un parada de autobuses, y ya he pasado la estación del tren Britomart. Cuando me decido a preguntar una persona cargando un par de bolsas de plástico en cada mano que parecen contener provisiones, viene hacia mí, le dentengo y le preguntó si viene del countdown, afirma y me explica cómo llegar. Al fin lo encuentro y entro por el estacionamiento. Countdown... aquí hay todo lo relacionado con alimentos frescos, empaquetados y enlatados, unos cuantos anaqueles con artículos para higiene personal y del hogar. Esto es bastante diferente a México, en lugares como Walmart, Soriana, Chedraui, Aurrera y demás encuentras en una sola tienda la mayoría de lo que Countdown y The Warehouse venden de forma separada. Me hago de una despensa básica que me costó $40 dólares y dejo las compras por este día. Probablemente la mayor sorpresa de hoy ha sido encontrar en Countdown, el autoservicio, sí, tu escaneas y pesas tus productos, puedes pagar en efectivo o con tarjeta, ni siquiera hay alguien supervisando, me sorprende mucho porque siendo realista esto está muy lejos de suceder en México.

Luego de dejar mi despensa en el hostal. Me vuelvo a la ciudad y disfruto el día caminando por lo más inmediato al hostal: el muelle, la calle Queen, un par de parques, la sky tower, insignia de Auckland. 




Ayer fue un día muy intenso y apretado, hoy estoy más presente y más receptiva y me quedo muy sorprendida, me encanta lo que veo: suficiente orden, limpieza, creatividad en las calles, diversidad, prosperidad... me encanta la vibra, se siente seguridad. Nueva Zelanda y yo hemos empezado con el pie derecho,  el hielo se rompió enseguida. No podría estar más contenta de estar aquí.



Bicho erradizo



Tuesday 15 November 2011

¡El conciertazo de Portishead!

Aún 10 de Noviembre de 2011, Auckland, Nueva Zelanda.


Azoto la mochila en el suelo, este edificio es ciertamente viejo, y absolutamente todo tiene un aire foráneo: la forma de la llave, la altura y el diseño de la chapa, los materiales, me siento como en un filme, en fin. Abro la puerta con mi llave antigua y un cuarto alfombrado de 4 X 3 y poco iluminado por una ventana justo en la pared opuesta a la puerta me recibe, el camino hasta la ventana está libre, a la izquierda hay un pequeño armario, enseguida una litera y al pie de ésta un lavamanos; del lado izquierdo, solo hay una silla de madera. El techo es más alto que lo normal, la ventana enmarcada en madera asoma hacia la calle Fort, escucho el bullicio citadino y la vista es un edificio de oficinas. Es un cuarto triste y acogedor a la vez y eso le da su encanto, me recuerda ciertamente a la casa que habité en East Vancouver en mi tiempo de niñera, hace mucho.

Me aseguro de que todas mis cosas estén dentro de la habitación y cierro la puerta, me tumbó en la cama y mi cansancio se hace evidente, recuerdo que tengo la misión de ir al concierto, así que me levanto, tomo mi mapa, mi bolsa y dejo mi habitación para ir en esta ciudad que no conozco en busca de "Vector Arena". Welcome to Auckland!

Gracias a mi pésimo sentido de la orientación desarrollé a cambio cierta habilidad para leer mapas, así que solo me queda caminar y poner atención. Camino dos cuadras sobre la calle Queen en dirección noreste hacia el puerto y doblo a la derecha en cuanto encuentro la calle Customs, desde esta esquina puedo ver el puerto y me siento muy tentada de desviarme o buscar una ruta alternativa pero me autoreprendo y decido que ya habrá tiempo para turistear. Sigo sobre Customs, hasta el momento mi camino ha sido plano pero conforme me muevo observo que algunas calles son muy empinadas, un poco estilo Guanajuato, sigo hasta que Customs se convierte en el camino Beach, lo único que he visto hasta ahora es tiendas y edificios, todo está limpio, no hay basura y hay gente de varias
etnias y razas, se destacan los asiáticos. Camino unas cuantas cuadras sobre Beach y la techumbre de la Arena se asoma, aquí no puedo cruzar dónde se me antoje, pienso, sigo caminando hasta el semáforo más cercano, presiono el botón de cruce peatonal y espero hasta que el hombrecillo rojo cambie al verde y entonces cruzo la calle y en adelante me guío por la vista.

La taquilla está abierta... ¡hay boletos! El costo del boleto está un poco arriba de los $100 dólares y claro, no me importa. Me tomo un minuto para escoger el asiento, quiero estar lo más cerca posible del escenario pero admito mi propio cansancio y acepto que si no es sentada quizá no lo logre, recorro con la vista el esquema de los asientos y tengo suerte al encontrar uno justo al centro en la segunda fila de asientos detrás de donde estarán los controles de sonido. Las puertas se abrirán a las 7:30 pm y abrirá un grupo llamado "The Adults", feliz con mi boleto me vuelvo al hostal.

Son alrededor de las 3 pm así que todavía tengo unas horas para relajarme y ahora que se cuán cerca a pie está la Arena me despreocupo y disfruto mi caminata de regreso, clavo los ojos en todo y me compro algo para calmar el hambre. Cuando llego a mi habitación no tengo deseos de nada más que de enterrar el pico en la almohada y no despertar hasta el día siguiente, razón por la cual decido mantenerme despierta y no arriesgarme, todo puede esperar cuando tengo sueño, soy terrible cuando se trata de dormir, todo lo demás puede volverse de ínfima importancia, definitivamente no me arriesgo. Me tomo entonces un baño, que me refresca enseguida y me tiro en la cama con la computadora en el regazo a entretenerme con un capítulo de "Game of Thrones", serie de televisión a la cual me introdujo mi amigo Roger en mi breve visita a Tijuana, hizo un copia de la primera temporada para mí.

A las 7 pm dejo la cama y me acicalo para ir al concierto, estoy muy emocionada, éste está siendo un gran día. Ya empieza a oscurecer y la temperatura ha descendido un poco, las luces de la ciudad aparecen por aquí y por allá. Cuando llego a la arena ya hay gente aglomerada circulando alrededor y grupos de amigos empiezan a formarse, la arena no es muy grande y la gente no es demasiada así que no hay colas, no hay empujones y me pregunto si la razón sea que los fans de la banda son pocos o se deba a la baja demografía de este país.

Me acerco al tenderete donde venden mercancía de la banda, quiero un recuerdo, miro los precios, error, no puedo pagar tanto por una camiseta y determino que los recuerdos de ésta noche se quedarán en las fotos de mi memoria y mi cámara. Me encamino hacia la puerta de acceso y la mujer que revisa mi boleto me guía hasta la fila donde encuentro fácilmente mi asiento porque las luces están encendidas aún. ¡Tengo una vista excelente! el escenario está alineado justo frente a mí a unos 30 metros de distancia, estoy en la segunda fila no me estorbará la cabeza de nadie, mi vista cubre a toda la gente que estará parada frente al escenario, ahí ya está lleno. La pantalla está justo a la altura de mis ojos y para ver a la banda solo tengo que bajar un poco la vista, ¡ mi lugar es muy bueno!

Poco a poco los huecos en los asientos comienzan a parcharse de cabezas y la gente se organiza en sus asientos, mis vecinos son, a la derecha: un publicista que inicia una charla conmigo preguntándome desde cuándo soy fan de la banda, me hace pensar, -hace solo 5 años- le respondo frunciendo el
seño, recordando que fue cuando escuché "Sour Times" por primera vez, él es Kiwi y ha sido fan por mucho tiempo o eso entendí, el acento me da muchas dificultades, tengo que aguzar el oído y poner extrema atención para entender. A mi izquierda tengo a una mujer de mediana edad con una pierna enyesada apoyándose en un bastón para caminar. Es una mujer alegre, energética y está muy emocionada, usa el bastón para enfatizar su emoción con golpeteos. Tengo tiempo para observar así que me retuerzo en mi asiento hacia ambos costados para observar a la gente, son tan blancos... veo muy poca gente joven, toda la gente semeja mi edad o mayor, como mis dos vecinos, quienes son dos grandes fanáticos, los tres estamos muy emocionados.



"The Adults" una banda local, abre el concierto con su sonido rockpop electrónico, nunca antes había escuchado a este trío, si bien son muy buenos músicos, su música no parece ofrecerme nada que no hubiera escuchado antes o al menos algo similar, pero tal vez sea buena idea indagar mas en su música así que hago una nota mental. Como sea, yo disfruto su presentación, ser espectador de gente talentosa en acción siempre es algo maravilloso. Muy bien por "The Adults" , abrir para Portishead no es cualquier cosa.


La vibra de expectación está en el aire, estamos ansiosos y emocionados por ver a la banda de Bristol. Cuando " The Adults" desaparece finalmente del escenario se me hace un nudo en el estómago, !no puedo creer que estoy a punto vivir esto! Portishead ha sido una de las bandas que más me ha impresionado y maravillado con su sonido sin igual y jamás creí que los vería tocar en vivo más que en algún video o concierto a través de la red. ¡No puedo creer mi fortuna!


Las luces del escenario se han apagado, la gente está inquieta, silba, hace ruido y se mueve; pasa tal vez un minuto y seguimos esperando a oscuras, de repente, una hermosa y familiar voz comienza a vibrar como si estuviera a mi lado, Beth Gibbons ha empezado a entonar “Seven”, me petrifico, he quedado atrapada enseguida, la gente grita pero solo escucho su voz, nada de esto parece ser realidad así que me dejo llevar por el sonido primero de la melodiosa voz y luego por la música que paulatinamente empieza a acompañarle. ¡Qué increíble sensación!, la excitación me llena de energía y me olvido por completo del cansancio.

El concierto transcurre como un hermoso viaje sonoro, canción tras canción, acompañada de nadamás que las imágenes distorsionadas que proyecta la pantalla detrás de la banda que en formas y colores complementan perfectamente la música. Cada una de las piezas es magnífica, ninguna grabación que haya escuchado antes hace levemente justicia a lo que Portishead entrega en vivo. Estoy en extremo conmovida, y me paso el concierto con un nudo entre la garganta y el estómago, y escalofríos de emoción. Cuando suena “Sour Times” creo que voy a morir, qué equivocada, mi pequeña muerte llega con “Glory Box”, qué intenso.

A una hora y media del hipnótico viaje la banda empieza a dar señales de despedida y al final cierra con el lúgubre y desesperado sonido de “Threads”, una vez más, la versión grabada no tiene comparación y la voz de Beth Gibbons fue casi macabra, ¡ Increíble!

La interacción de la banda con el público se limitó a los saludos de apertura y los agradecimientos de la despedida. Portishead no necesito motivar a la gente mediante sugeridos aplausos al ritmo de alguna canción o de hacer a la gente corear las canciones.



Tocando "Wandering Star"



¡El prodigio del talento puro y auténtico! Portishead: !Soberbiamente talentosos! ¡Fue un viaje!



Cuando todo tristemente termina y la banda se va, salgo pronto de la Arena y me vuelvo a mi hostal, será cerca de la medianoche pronto. Me mantuve despierta todo el día, estoy muy cansada pero creo que no me enteraré de cómo se siente el jet lag. Llego a mi cama y muero enseguida.





Bicho erradizo

Sunday 13 November 2011

Mi entrada en tierra kiwi.

10 de Noviembre de 2011, Auckland, Nueva Zelanda.


Ya he pasado migración, ya estoy a un brinco de ser kiwi. Segunda parada oficial: la recogida de equipaje. Tercera y última parada oficial: El chequeo de equipaje. Nos paran a todos para recogernos la forma que llenamos en el avión con la declaración de entrada de bienes, dinero, alimentos y demás. Yo no traigo absolutamente nada que pueda ser causa de detención, no traigo ningún tipo de salsa, ni chiles enlatados, ni masa para tortilla, nada, decido que haré mi mejor esfuerzo por adaptarme a los alimentos que ofrezca la tierra kiwi y no pasarme el tiempo extrañando México a través de la comida. Es mi deber consumir la comida local.

Llega mi turno, mi equipaje no es abierto para revisión ni nada y solo me solicitan tener la certeza de que no traigo frutas, vegetales, plantas e incluso algun zapato que pueda traer tierra o semillas. La introducción de especies extrañas en esta tierra tan aislada ha sido devastador, muchas especies locales de flora y fauna se han extinto y algunas de las nuevas se han convertido en plagas rápidamente en esta tierra tan prolífica.

Como la única especie extraña estoy tratando de introducir en este país es a mi misma me dejan pasar luego del pequeño interrogatorio. Y al fin me dirijo a la salida. Ladies and gents, lo logré, ¡soy un Kiwi!

Me dirijo a la salida y estoy ahora en la recepción del aeropuerto, miro a mi alrededor con curiosidad y dicha; me siento tan tranquila como si acabara de llegar a la central de autobuses de Tlaxcala y me rio ante la obviedad de la situación: estoy en un país aislado al otro lado del mundo, estoy sola y no conozco a nadie, no tengo casa ni trabajo, nadie me espera y puedo dirigirme a donde quiera porque traigo mi vida colgando en la espalda y en el brazo. Nunca me había sentido tan libre.


Pues bien, ¿qué sigue?: necesito dejar el aeropuerto y llegar al centro de Auckland y encontrar donde dormir, para eso tengo que tomar un autobús y para pagar el autobús necesito dinero kiwi y ya después pensaré en lo demás. Oh, hay algo mas que me motiva este día, tengo una misión:  El concierto de Portishead es hoy a las 9 pm en Vector Arena en Auckland, tengo que estar ahí.


Busco dinero, me quedan un poco mas de $100 dólares americanos, miro alrededor nuevamente y a mi derecha encuentro un escritorio de cambio de divisas. La Srita. rechaza el puñado de monedas y toma solo los billetes verdes para cambiarmelos por 6 billetes verdes de 20 dólares con la cara de la Reina Elizabeth estampada en ellos. El material de los billetes es diferente al de los americanos que se siente como papel, los billetes kiwis son mas homogéneos a las últimas versiones de los mexicanos, mas plástico que papel. 

Ahora necesito el autobús y un hostal donde dormir y me dirijo hacia el escritorio del "I site" por asistencia. En Nueva Zelanda el turismo es un negocio un tanto mas organizado y estandarizado que en México, en cada ciudad y/o pueblo con algún tipo de atracción o de tránsito común existe un oficina de turismo llamada "I site". La "i" es por "information" en inglés. El fin de estas oficinas es ayudar al viajero con además de informacion, reservaciones diversas de transporte, hospedaje, tours, rentas de autos, etc. Este dato lo obtuve del Manual del chileno Manuel, así que seguiendo su consejo me acerco al escritorio.

Primero solicito la ubicación de Vector Arena y los hostales más cercanos, a pesar de tener gente en espera de información, la Srita. es amable y me entrega un mapa del centro de Auckland donde me marca Vector Arena y me muestra que los hostales mas populares se encuentran marcados e identificados en una lista. Me señala que a nuestra izquierda se encuentra un panel con la información de contacto de los hostales disponibles, agradezco la atención y me voy a mirar los afiches que son fotos de los hostales, la lista de sus facilidades (sin mucho parecido a los hostales que he visitado en México), su ubicación y la información de contacto.

Al pie de los afiches en una barra que me queda a la altura de la cintura hay un teléfono, descifro entonces, que obviamente es para contactar a los hostales, pero ¿es acaso un línea abierta? noto entonces que cada afiche tiene en la esquina inferior derecha un número (045, 063, 061, etc.) Miro el mapa, tomo el telefóno y marco para contactar a Queen Street Backpackers el cual parece ser el hostal más cercano a Vector Arena. Una voz femenina atiende mi llamada, le saludo y le cuestiono sobre las opciones disponibles, mi opción mas barata es por supuesto un dormitorio compartido, sin embargo también hay disponibles habitaciones privadas con baño compartido. Sucede que no es temporada alta así que puedo tomar una decisión una vez que llegue al hostal así que decido no reservar y llegar hasta allá primero, 25 NZD contra 60 NZD por noche considerando un tipo de cambio actual de 1 NZD = 10 MXN... no debería ser tan difícil decidir.

Y hago una vez más lo que he hecho desde hace horas: cuestionar a extraños en busca de información. Y una vez más me responden amable y acertadamente, arrastro mis trapos hasta el autobús que me llevara al centro de Auckland, ¡carajo que si el sol es brillante aquí! Y que hago, ¿le pago al chofer? No bicho, hay una caseta frente al autobús, compra ahí tu boleto, ¿16 dólares? (de ahora en adelante cuando mencione dólares estaré hablando de de dólares neozelandeses) ¿pues qué tan lejos está? Hay más opciones, claro, un taxi aún mas caro o que un conocido te vaya a recoger en su auto, ¡nada, al autobús!

El chofer me presiona, no hay gente esperando, soy la única y al parecer lo he retrasado un poco, me apuro entonces a guardar mi dinero y acarreo mis pertenencias ahora dentro del verdiazul autobus. Ya estoy arriba y el chofer se arranca, lo primero que hay en lugar de asientos es una sencilla estructura metalica para acomodar las mochilas-maletas. Acomodo mi mochilón y me busco un buen asiento, el autobus tiene grandes ventanas, no me quiero perder nada. Una vez sentada y sin prisas empiezo a relajarme y entonces comienzo a observar realmente... primera cosa extraña, el asiento del chofer está en el lado derecho y yo subí al autobús por el lado izquierdo, el chofer se enfila y empieza a conducir en el carril izquierdo, sí que se siente raro. El autobús se aleja del aeropuerto, el sol se filtra por las ventanas, es en efecto un hermoso día, no hace frío pero no tengo calor tampoco, todo se ve muy diferente, bonito, ordenado. El paisaje se hace cada vez más pintoresco: un cielo ridículamente azul, el cual solo dejas de mirar a causa de las nubes blancas flotando y el suavemente accidentado suelo forrado de diferentes tonos de verde, ¡qué bonito! y eso que no he visto aún nada del país, me digo.

Nos acercamos a Auckland centro, mis ojos no pueden con tanto, todo es novedoso, las construcciones que conecto con imágenes inglesas previamente fijadas en mi mente por fotos, filmes y demás, se levantan frente a mí en forma de casas, tiendas, aceras, paradas de autobús y bancas mientras el autobus les pasa. Una voz en el autobús anuncia cada una de sus paradas, se que la mía es la previa al puerto. Llega mi parada al fin y heme ahí parada en Queen Street en pleno centro de Auckland en busca de mi hostal. Se siente el aire citadino, la gente es diversa, variada y camina en diferentes direcciones totalmente desinteresada en mi existencia. Esto se siente bien.

Saco mi mapita, y ahí esta: Fort Street. Estoy muy cerca pero el peso de mi cargamento hace que se sienta mas lejos, camino hasta el primer semáforo, cruzo la acera de la calle Queen y camino hasta Fort y me pierdo un poco entonces porque no encuentro la entrada al hostal, paso la tienda de joyería que está en la esquina, paso el bar y finalmente encuentro la entrada a lo que parece un edificio viejo, ¡llegué! La entrada dirige en inmediato a unas escaleras así que no me queda opción que subirlas y seguir la flecha al costado que indica donde esta la recepción, en el segundo nivel. Atravieso las puertas y entro en una sala, a la izquierda hay sillones y una mesa de billar, a la derecha mesas y en el fondo un pequeño cuarto con ordenadores. Frente a mí, veo una rubia detrás de un mostrador, en cuanto me acerco hace contacto visual y me recibe, hago referencia a nuestra breve charla telefónica y me confirma nuevamente mis opciones ( wow qué acento tan extraño, difícilmente le entiendo). Confiando en que encontraré un trabajo pronto y mi antisocialidad haciendo frente me voy por la habitación privada, decido pagar solo por una noche en caso de cambiar de opinión luego. Decido usar la tarjeta de crédito, una novedad se asoma, la terminal de cobro tiene un dispositivo adjunto que la recepcionista me acerca, claro que me pierdo, debo digitar la forma preferente de pago: crédito o débito y a continuación la clave personal, que funge como aceptación de pago, no necesito firmar el recibo.

La recepcionista me da una vieja llave de metal con el no. 29 como llavero, me recuerda las facilidades, como funciona en general el hostal y como llegar a mi habitación y allá voy, escaleras nuevamente hacia el siguiente nivel, todo esta marcado así que sigo el pasillo y llego sin problemas a mi habitación que esta del lado izquierdo a mitad del pasillo, del lado derecho hay regaderas y baños y al fondo está lo que parece la entrada a la cocina, el edificio es grande el pasillo un cuanto estrecho. He llegado a mi habitación, caigo en cuenta del cansancio.



Bicho erradizo.









Saturday 12 November 2011

Viajando en el tiempo jodiendo al huso horario. De América a Oceanía.

8 de Noviembre de 2011. Tiempo de EUA.


Dejamos el centro de L.A. alrededor de las 6:30 pm, mi vuelo esta programado a las 22:30 hrs, haciendo una estimación exagerada en caso de que tuvieramos que enfrentarnos al tráfico Roger calcula que estaremos en el aeropuerto alrededor de las 7:30 pm, tiempo perfecto para registrarse para un vuelo internacional.

El flujo constante del tráfico nos permite llegar incluso antes de lo planeado, ya ha oscurecido por completo y las letras iluminadas en vistosos colores LAX nos guían cuando entramos por primera vez en mi vida al Aeropuerto Internacional de Los Ángeles. Siendo este aeropuerto la conexión principal de otros muchisímos destinos, el número de aerolíneas que tiene un espacio aquí es enorme. Le componen dos niveles o pisos y tiene una forma oval que permite circular alrededor, damos un par de vueltas hasta que avisto Air Pacific en el nivel 2, el estacionamiento de varios pisos se encuentra convenientemente en el centro, el diseño hace todo un proceso muy simple. 

Cuando nos estacionamos, me pega la idea de que ha llegado el momento, me voy del continente, sola, sin nadie que me espere y sin nada más que un mochilón, un par de bolsas y un montón de sueños. Contengo la emoción, me bajo de la camioneta y reuno mis pertenencias esperando no olvidar nada, ya he tenido suficiente con la pérdida del estúpido Ipod.

Caminamos hasta la sala, entramos, es muy grande la distancia del suelo al techo, es de dos niveles, lo que hace que luzca muy grande. Hay mucha gente esperando; los colores azul, naranja y amarillo de Air Pacific me guían hasta la fila donde debo formarme para el registro; la fila es larga, esperaré un rato. De acuerdo con la gran pantalla que enlista los vuelos próximos, el vuelo L.A. - Nadi está para despegar en tiempo, se me encoge el estómago. Roger me hace compañía un rato mientras avanzamos lentamente en la fila hacia el mostrador, pero se despide pronto pues le queda un viaje de tres horas de regreso a Tijuana. Así que aquí, con un abrazo llega el fin de nuestra segunda aventura juntos, gracias Roger por tu compañía y tu tiempo; y principalmente, por soportarme, no sé como lo logras. Gracias por todo.

Cuando veo a Roger desaparecer entre la gente, respiro hondo, desenrrollo mi estado de alerta  y le saco brillo a mis sentidos, para tragarme y disfrutar todo, no me quiero perder nada y también porque no quiero terminar en China en lugar de Nueva Zelanda o en el peor de los casos de regreso en México. A partir de que Roger me deja, el tiempo que me toma llegar finalmente al mostrador es de 30 minutos. 


Mediante una sutil seña me pide una mujer joven que me acerque, ha llegado mi turno y despues de darme la bienvenida y saludarme me pide que le muestre mis boletos. "Solo tengo uno (el de ida)" le digo mientras se lo entrego; "me temo que no puedo dejarle abordar sin un boleto de regreso" me azota el pánico  por un segundo... un momento, calma, tienes una visa no hay nada de que preocuparse, me digo enseguida. Le entrego entonces la impresión de mi visa y sin mas inconvenientes, me entrega dos pases de abordar: L.A.- Nadi, Nadi-Auckland, ¡qué emoción!


Tengo 30 minutos para llegar a la sala de abordaje, pero decido ponerme en camino enseguida pues no sé qué tan lejos quede la sala de abordar 136, me sucedió en el Aeropuerto de la Cd. de México en camino a Tijuana, que la maldita sala de abordar estaba lejísimos y terminé corriendo, es mejor que no me arriesgue. Primero subo al nivel dos y me doy una vuelta por el area del comedor y cafetería, desde aquí puedo observar a toda la gente en las demás filas en espera de registro, es cierto que no me encanta hablar con la gente, pero es seguro que me gusta observarla y no de un modo sentencioso ni crítico, mientras las observo imagino sus vidas, sus historias, sus planes, sus razones y es este caso, sus destinos.




Desde aquí puedo ver a mi izquierda en el primer nivel, la entrada de seguridad a las salas, me dirijo hacia allá entonces, sin problemas paso y sigo el pasillo hasta dar con la sala 136, en efecto, no está cerca. Una pequeña puerta me da el acceso a una sala enorme que está llena de gente, me muevo entre ella en busca de un asiento mientras me pregunto si toda esta gente prentende tomar el mismo avión que yo, parece que así será. Al fin encuentro un asiento, una vez más, solo observo y espero, no hablo con nadie. Es demasiada gente.

No tengo Ipod, no tengo teléfono celular, asé que no hay música ni jueguitos para entretenerme, y doy gracias a Roger nuevamente, esta vez por heredarme su libro: "La momia" de Anne Rice. Unas cuántas páginas y una voz empieza a solicitar que nos formemos por filas de acuerdo con nuestros números de asiento, todo el mundo se pone  de pie, empieza a moverse y a hacer mucho ruido, no veo el punto de levantarme y esperar parada así que identifico mi fila y espero a que empiecen a avanzar antes de acercarme y formarme en la muy larga fila.


¡Revisado pasaporte y pase de abordar!, el pasillo que nos guía hacia el avión está parcialmente a la intemperie, es de noche y la luz es tenue pero puedo ver el avión, que se hace cada vez más grande a medida que me acerco, es un mounstro, es sin duda alguna el avión mas grande que he visto! Nos recibe una tripulación de rasgos polinesios con uniformes de color azul en un corte playero que los hace parecer cálidos y relajados sin importar el intimidante tamaño de sus proporciones corporales. Una flor blanca adorna el cabello recogido de las mujeres. Hablan inglés con un acento diferente que no puedo describir. Y ésta es una novedad más pues nunca había estado frente una persona polinesia. ¿Alguna vez has visto "Lilo & Stitch"? Los dibujos sin importar caricatura son una reproducción certera.

La tripulación hace un excelente trabajo acomodando y acarreando alrededor de 450 pasajeros a sus asientos y estamos listos para despegar a tiempo, a pesar de que es de noche estoy contenta en mi asiento con la ventanilla a mi lado izquierdo, el ancho avión tiene tres filas de asientos con dos pasillos para el tránsito, mi fila tiene 3 asientos, mis 2 compañeros de asiento son una pareja malhumorada para quienes el vuelo parece ser nadamás que una gran inconveniencia, que bueno que es de noche, porque dormiré. Y contra toda mi incredulidad este pedazo de metal que carga casi medio millar de personas, combustible, provisiones y demás, despega del suelo y se levanta por los aires como una pluma luego de un soplido. ¡Que increíble, Adios América! me digo.

Después de la cena, me alegro de haber hecho caso a las recomendaciones que leí en diversos sitios web para vuelos largos, y tengo listo mi cómodo pantalon de licra, mi cobija y una blusa extra para cambiarme en el siguiente vuelo y tener una efímera pero no menos disfrutable sensación de frescura. Así que me saco los jeans, me enredo en mi cobija y sigo con mi lectura hasta que el sueño me vence. Y así me pierdo del insufrible vuelo en el mundo de los sueños y abro los ojos muy poco tiempo antes del aterrizaje en Fiji. La duración del vuelo es de 12 horas aproximadamente, de las cuales dormí alrededor de 9, pero hemos cruzado la línea internacional del tiempo y entonces hemos avanzado 32 horas en un tiempo de 11 horas, ¿acaso alguien dijo que el tiempo era relativo?

Yo despierto de lo mas descansada y me siento hasta de buen humor, pues dormí exactamente lo necesario y he despertado casi al amanecer, creo que no lidiaré con el  "jet lag". Aterrizamos en Nadi, Fiji a las 5:30 am y nos recibe en la sala un trio de lo que supongo son Fijianos, con guitarras y ritmos  polinesios;  y a sus espaldas la foto de otro fijiano sonriente con la leyenda "Ni sa bula", nos dan la bienvenida. Nos detenemos todos como turistas que somos a escucharles y fotografiarles por un minuto, pero la novedad pasa pronto y la gente ha comenzado a acumularse y me siento como un borrego atrapado entre mas borregos y sin mayor opción que seguirles, dos filas en direcciones contrarias aparecen, los que se quedan y los que hacen un enlace, me formo en la que me toca, no sin antes preguntar para asegurarme de estar en la fila correcta, no puedo fiarme solo de lo que parece evidente en estos casos.




Sigo el mismo proceso de todos los vuelos: revisión de visa, checar equipaje, pase de abordar, indicación de sala, bla bla bla, llego sin problema alguno a la sala de espera y este vuelo que me llevara a tierra kiwi despegará a las 7:30. Saco mi ordenadorcillo e intento conectarme a internet para dejar saber a la familia y amigos que todo está bien y donde me encuentro momentáneamente, ¡sorpresa!, la conexión ha dejado de ser gratuita, así que tengo que pagar 4 dólares por 30 minutos, lo cual equivale al menos a $50 pesos mexicanos, ¡qué diablos!

En tiempo nos llaman para el abordaje, ¡New Zealand allá voy! estaré al fin en Kiwilandia alrededor del mediodía. Este vuelo esta a cargo de Air New Zealand, esta vez la tripulación es mayormente caucásica  y el acento una vez mas, rarísimo, diferente al de los fijianos. Disfruto este vuelo entre el desayuno y mi libro y las tres horas pasan volando, estoy nuevamente en la ventanilla y la última hora la paso entre las páginas del libro y acechando por la ventanilla en busca de tierra, finalmente en uno de mis acechos comienzan a aparecer pequeños montículos intensamente verdes, desordenados, por aquí y por allá en medio del agua, sus contornos de arena clara muestran el hermoso color azul del mar y las nubes blancas y regordetas los adornan todo, es un paisaje de ensueño y es justo como se le ha descrito en todo lo que he leído. Nunca había visto algo parecido, no esa combinación, no ese contraste, me siento increíblemente dichosa. 

La señal de los cinturones de seguridad se enciende, vamos a aterrizar pronto y nos espera una tarde de sol en Auckland anuncia el capitán. Sobrevivimos el aterrizaje, debo confesar que los aterrizajes me estresan un poco; dejamos el avión y la primera parada antes de entrar como una persona libre y soberana a Nueva Zelanda es en migración, me formo en la fila y a cada paso que doy echo rezos y plegarias al cielo para que ni los problemas del cambio de número de pasaporte ni los de la pérdida del Ipod con mi información bancaria me jodan justo ahora. El oficial que me atiende cuando finalmente llega mi turno es mas que amable y a pesar de que tengo todo el papelerío listo solo pide ver la impresión de mi visa y el pasaporte para estampar en el el sello de entrada mientras entabla conmigo una charla casual sobre los trabajos que me interesa hacer en su país. Exhalo aliviada. Y una vez más, ¡qué extraño acento!

Miro el sello en mi pasaporte, estoy entrando en Nueva Zelanda el 10 de Noviembre de 2011, dos días de calendario después de que tome el primer avión. De acuerdo al huso horario internacional cada día comienza mas o menos después de Hawaii y la línea se mueve en sentido oeste, lo cual deja a Nueva Zelanda como uno de los primeros países en ver la luz de cada nuevo día. Razón por la cual haré el cambio de fecha ahora y este bicho que viajó al futuro se va al siguiente post.


Bicho erradizo

Friday 11 November 2011

Hollywoodeando


Martes 8 de Noviembre de 2011.

Abro los ojos y lo primero que recuerdo es la estúpida pérdida de mi Ipod, me levanto rapidísimo, enciendo la nueva computadora portátil y me conecto a internet para entrar al sitio de mi banco y revisar los estados de cuenta esperando que no haya pasado lo que temo. Dentro de la desgracia un poco de suerte, hasta el momento nada ha pasado, los saldos siguen tal cual los recuerdo y solo se reflejan transacciones hechas por mí, abrigo esperanza pensando que quien sea que haya encontrado mi Ipod ignore la información y se sienta contento de tener un Ipod nuevo, y me apeno cuando me encuentro a mi misma fantaseando la posibilidad de tener mi cuenta totalmente en ceros si esto me hubiera sucedido en México, no me gusto pero lo pensé.  

Por otra parte... ¡Hoy es el gran día. Voy a volar hacia Nueva Zelanda! ¡Atravesaré el Océano Pacífico en avión hacia el otro lado del mundo! Gracias al alivio temporal me siento motivada para empezar este día, dejo a un lado los pensamientos nefastos y estoy con mucho ánimo.

Después de registrar salida y entregar nuestras llaves nos metemos a la habitación contigua donde nos indica el recepcionista que podemos tomar el desayuno, nuestro desayuno incluido es un pésimo desayuno continental: pésimo cafe, pésimo jugo, pero es alimento,  es gratis y mantendrá nuestro estómago entretenido por unas horas. Además, el amable recepcionista me resolvió el problema de la impresión los documentos que tenía pendientes (nuevamente, esto no es México donde encuentras cafés internet por todos lados y pues no, no debí dejarlo para el último momento, procrastinadora soy).



Nos ponemos en camino, el GPS es nuestro guía una vez más, ya estamos en el área de Hollywood así que solo vamos en busca del famoso Boulevard, después del Boulevard iremos al centro de Los Ángeles, hemos hecho cálculos y nos damos cuenta de que simplemente el tiempo no será suficiente para hacer algo mas; visitar a mi tía y a su familia que viven alrededor de una hora del aeropuerto ha quedado descartado entre otras cosas, eso me apena porque hace ya muchos añoos que no les veo. Además, le prometí a mi hermano que tomaría una foto de ese edificio del centro de Los Angeles que le gusta, cuyo nombre desconozco, visitar esta ciudad es algo que desea, qué mal que no pueda estar aquí para tomarla él mismo, así que tenemos una empresa más que cumplir antes de llevarme al aeropuerto esta noche. 

Manejamos tal vez 15 minutos cuando llegamos al extremo del boulevard y aparecen los estudios Warner a nuestro lado izquierdo, recorremos el boulevard primeramente en el auto hasta que encontramos un estacionamiento. Con libertad para recorrer a pie el lugar, nos disponemos a caminar sobre ambas aceras, con mapa en mano incorrectamente orientado empezamos a caminar en dirección equivocada, suele pasar. Unas cuantas cuadras adelante corregimos nuestro error y nos damos vuelta. 


Nos acercamos a la acera del paseo de la fama y turistas como nos vemos, algunos operadores de tours se acercan a ofrecernos toda clase de paseos, incluido el que nos llevaría a ver las puertas de las casas de las "estrellas". Algo por lo que nunca pagaría. Seguimos nuestro camino y recorremos, observamos, fotografiamos, pisamos las estrellas del paseo de la fama y curioseamos en la tiendas de este famoso lugar, ícono de la cultura californiana. A pesar de que la mañana ha estado fresca nos ha tocado un día soleado. Y una vez más, turista como soy me emociono cuando encuentro la estrella de David Bowie de quién soy fan y claro que le pido a mi amigo que me tome una foto, pues probablemente sea lo más cerca que este de él.






A causa de nuestro bajo presupuesto nos amarramos el bolsillo para evitar las tentaciones y no gastamos en nada, mas que en un "hotdog" de un localillo que se ve bastante coqueto y "tradicional" con su decoración medio atorada en los 50's. Buen "hot dog" por cierto. Fue nuestro almuerzo.





El tiempo sigue estando en nuestra contra, nos apresura y después de las 3 pm se nos agota y nos dirigimos de regreso al estacionamiento a recoger la camioneta, aún tenemos que ir al centro de Los Angeles, nos espera probablemente tráfico y poco más de una hora de camino. La autopista es un laberinto, de 8 carriles, 4 de cada lado con diferentes salidas cada par de millas, sin GPS no llegaríamos a tiempo, sin GPS no llegaríamos simplemente. 


El reflejo del sol que ya empieza a ponerse, en los cristales de los edificios deja ver que nos acercamos, puedo ver desde mi ventanilla el edificio que debo fotografiar para mi hermano. Soy pueblerina y la vista de grandes edificios, el bullicio y el movimiento de las grandes ciudades incluyo a la ciudad de México, me impactan, no podía dejar de admirar la viveza de la ciudad conforme nos adentrabamos y recorríamos las avenidas en busca nuevamente de un lugar para estacionarnos. Tenemos hambre. Procedemos primero a resolver ese problema. 


No nos alejamos mucho del estacionamiento en busca de comida, estamos un poco indecisos sobre que deberíamos comer pero un "food court" de comida rápida nos resuelve el lío, por eso odio esos lugares; nos empacamos una enorme hamburguesa de Burger King, nada fuera de serie más que el tamaño exagerado de las porciones, no hay duda de porqué la gente obesa. Dejamos el "food court" y nos guíamos con la vista hacia la torre de US Bank para la solicitada foto, para este momento estamos casi trotando hacia el lugar. 


El tiempo se nos ha apretado un poco más, pero todo termina en final feliz hasta ese momento en que cumplimos nuestra misión y tomamos las fotos mientras la luces del edificio empiezan a encenderse pues está oscureciendo. Nos queda un solo pendiente: llevarme al Aeropuerto Internacional de los Angeles (LAX) para el comienzo ya en solitario de la próxima aventura.





Ha sido muy poco el tiempo que he pasado en California, creo que no puedo hacer un buen juicio, no obstante, a primera impresión concluyo que no me encanta. Son muchas las razones, primeramente la limitación en el tiempo para realmente sentir la ciudad, el que no hayamos hablado con ninguna persona local, que no hayamos ido a ningún museo, así que eso para mi es, pulgar hacia abajo. Sé que hay mucho más por descubrir y espero tener la oportunidad de regresar para poder realmente ver qué onda en este lugar. Como sea ibamos de paso. ¿Tú que opinas Roger?



Bicho erradizo