Sin
importar el plan, o el lugar de Nueva Zelanda donde decida
establecerme temporalmente, existen un par de trámites y situaciones
que irremediablemente deben enfrentarse los primeros días. Haré
estos trámites ya de una vez también a fin de evitar la
procrastinación, en la que soy muy buena, cosas mexicanas. En fin,
comienzo a descifrar el sistema kiwi en general, sus asuntos
burocráticos y el ritmo de la vida diaria, así como el transporte,
la comida, la vivienda y demás; empiezo a aprender a vivir en Nueva
Zelanda.
Pues
bien, para poder empezar una vida en Nueva Zelanda, necesito existir
en el país, digámos que requiero “darme de alta”... para que
así puedan tanto pagarme como deducirme impuestos por ello, no tengo
residencia pero al menos ya tengo un número telefónico, ahora
necesito abrir una cuenta de banco y registrarme en el IRD (Inland
Revenue Department), la oficina pública de recaudación kiwi.
México
ama tanto la burocracia que me sudan las manos solo de pensar en el
proceso de abrir una cuenta de banco debido a que soy extranjera,
enseguida pienso en el montón de requisitos que necesitaré cubrir,
me muerdo la uñas porque no tengo ni casa ni trabajo y en este país
acabo de empezar a existir hace unos días, no es para menos mi
estrés. Sergio y Paola me recomiendan el banco donde ellos han
abierto su cuenta, ASB, ya que además de la tarjeta de débito, a la
que llaman “eftpos” te dan una adjunta que puede usarse para
compras en la red pues usa números de Visa
y/o Mastercard. Tomo su consejo y voy a la
sucursal que se encuentra sobre la calle Queen con Wellesley en el
CDB (Central District Business) en otras palabras, voy al centro.
Esta
sucursal se encuentra en un lugar muy concurrido de la ciudad, pienso
que tal vez no fue buena idea venir aquí, es alrededor del mediodía
en un día entre semana, ASB se lee, los colores amarillo y negro le
adornan, entro a la sucursal con mi papelerío listo. ¿Dónde
está la gente?, pienso.
Literalmente, el banco está vacío, acostumbrada a las largas
filas de los bancos en México, esto es bastante sorprendente, a la
entrada se encuentran un par de cajeros automáticos, luego una
recepción, detrás de esta se encuentran lo que parecen las oficinas
y a la izquierda al fondo se encuentran las cajas, que a diferencia
de México no se encuentran extremadamente protegidas, no parece que
los cajeros hablaran con reos peligrosos de una cárcel. No hay fotos
de asaltantes, ni anuncios que expresen el estrés de la
potencialidad de robos. La atmósfera de seguridad es bastante
perceptible y es bienvenida.
Me
acerco al mostrador y una rubia me atiende. Le comento sobre mi
llegada reciente, la razón de mi estancia y mi solicitud de apertura
de una cuenta. La rubia sonriente me dice que no hay problema, me
enseña un folleto con las cuentas disponibles y escojo según la
recomendación, la “streamline” que es gratis y solo lleva un
cargo de $5 NZD por adquirir tarjeta de débito extra. La rubia me
solicita mi pasaporte, copia los datos y después me pide mi
dirección, con temor y una mueca le comentó que estoy en un hostal
y que no tengo residencia permanente aún y bla bla bla, al final de
mi balbuceo espero escuchar: “lo siento Srita. si es ese el caso,
entonces tiene que traerme primero 80 copias de tales y cuales
documentos, llenar 50 formas, firmar acá y allá, llamar a 20
personas a 5 números diferentes, y esperar un mes por su tarjeta”.
Afortunadamente lo que en realidad sucede es que importándole poco
mi historia de no residencia, me pide la dirección de mi hostal para
abrir la cuenta y mi número de celular, le proporciono ambos datos.
La rubia me dice que tomará una copia de mi pasaporte, que firmaré
una forma y me avisarán por medio de un mensaje a mi celular cuando
mis tarjetas estén listas para ir a recogerlas, en un plazo máximo
de 5 días. La miro con un poco de desconfianza, mientras espero, ¿de
verdad ha sido tán fácil? En efecto, firmo, me entregan mi
pasaporte y me despiden. Increíble.
Al
día siguiente llega el turno de darme de alta en el IRD, según lo
que investigué este trámite también es fácil y rápido y de hecho
se puede hacer en cualquier oficina postal. Desfortunadamente, para
este trámite tan fácil se requieren tres documentos y me falta uno:
la licencia de manejo internacional. No sé manejar, nunca tuve la
necesidad, nunca hubo un auto familiar así que nunca aprendí y por
lo tanto no tengo licencia de manejo. Entonces para registrarme me envian a la oficina regional de IRD que está en Takapuna y hacer el trámite ahí. Tomo esto como una oportunidad para mi
primera aventura fuera del centro de Auckland y conocer este suburbio
en la costa norte de la ciudad, me empaco un
almuerzo, mi cámara y papeles dispuesta a pasar el día caminando en
el suburbio, el clima ha sido muy benigno desde que llegué, los días
muy soleados, mañanas y noches bastante frescas.
Takapuna
se encuentra al norte de la ciudad de Auckland, su nombre de es
origen maori, y está asentada como el resto de la ciudad sobre
tierra volcánica, el autobús que me lleva hasta allá es el 839
(Takapuna-Midtown), esta información la encontré fácilmente en
línea, los horarios y las paradas están predeterminadas, todo está
organizado y me encanta. Tomo el autobús sin problemas y toma alrededor
de media hora el viaje de vistas accidentadas, entre bonitos paisajes
de la bahía, de vecindarios lindos, limpios y tranquilos, casitas de
ensueño con jardines y cercas blancas, esto parece irreal pues es
ajeno a lo que era mi realidad hasta hace una semana.
El
autobús me deja muy cerca de la oficina de IRD que está en la avenida Byron, a pesar de ser el
centro de Takapuna el lugar luce desierto y eso empieza a parecer una
condición kiwi, lo cual se entiende, el país tiene poco más de 4
millones de personas y 2 millones de ellas viven en auckland y toda
su zona conurbada, a pesar de ser la ciudad más poblada de este
país, la densidad demográfica es muy baja, mucho más lo parecerá
para cualquiera que ha experimentado la Ciudad de México, con 10
veces más gente que Auckland y todo el caos y el desorden que tal
cantidad de gente conlleva.
El
trámite en la oficina, tampoco me toma mucho tiempo, tengo que
llenar más formas pero al igual que en el banco el no tener
residencia no es un problema y me toman la dirección del hostal
también. De hecho cuando me sea dado el número de IRD los
documentos serán enviados al hostal, así que sin mayor problema
dejo el lugar y me voy a explorar en busca de Takapuna beach, un
punto de recreación y reunión kiwi.
De
la avenida Byron hacia la playa es una caminata corta que me toma
solo unas cuadras, de cualquier modo se me hace corta porque todo lo
que encuentro en el camino me entretiene, la arquitectura de
edificios y casas, los locales de comercios, la poca gente que veo,
el cielo, incluso el cielo es diferente aquí. Nada de basura, nada
de comercio ambulante, nada de miseria. Finalmente llego a la playa.
Es en realidad un lugar de recreación, antes de la playa está un
parquecillo, cubierto de pasto verde y unos cuantos árboles cuya
sombra provee refugio para aquellos que no gusten tanto del sol, es
un lugar perfecto para sentarse a tomar un almuerzo o solo contemplar
y relajarse, y aquí si hay gente, recreándose o tomando el sol
mientras leen, algunos juegan con algún balón en la playa, es evidente
que los neozelandeses son gente que disfruta el tiempo al aire libre,
la playa es linda, de agua verdiazul y su horizonte lo adorna el
volcán-isla extinto, Rangitoto. La arena volcánica tiene un tono
oscuro y un brillo un poco púrpura, contra el sol, la arena en las
manos brilla entre morada y negra. Paso un rato largo aquí entre
caminar, tomar fotos y sentarme en el pasto a observar, a soñar, a
absorber, a meditar y a proyectar.
Cuando
decido que es hora de irme de regreso a la ciudad, camino hacia mi parada de autobús, otra caminata por demás disfrutable, espero
el bus y mientras, mi estómago me hace planear que habrá para cenar.
Me voy a mi libreta donde hay notas que escribí mientras planeaba mi
venida, y busco en la lista culinaria de Auckland. Como mencioné
anteriormente, está lleno de asiáticos, parece que tano los asiáticos
como los mexicanos, no pueden vivir sin su comida y se trajeron todo
para acá. Leí en varios blogs sobre comedores asiáticos donde se
podía probar comida bastante aunténtica a precios decentes,
comtemplando por supuesto que el costo de vida aquí es muy alto.
Si
no mal recuerdo el autobús me deja cerca de la calle Albert donde se
encuentra localizado uno de esos comedores, así que me dirijo hacia él.
Es una gran pasillo, mientras me adentro veo que los locales de comida se
encuentran a la izquierda y las mesas esparcidas en el lado derecho.
La mayoría de la gente que está dentro es asiática y hay unos
cuántos blancos. La comida es muy variada: Thai, coreana, china,
japonesa, etc.
Indecisa
como soy, me doy como tres vueltas por el lugar antes de decidirme,
resuelvo que un Pad Thai es lo que más se me antoja por ahora, ya
habrá tiempo para probar más, me digo. Por 12 dólares (no, no es
barato) me dan un plato bastante bonachón con suficiente comida. El
sabor es buenísimo, el Pad Thai está fresco y no dejo nada. Para la sed, pruebo una bebida
de color rosa con trocitos de algo que no supe que fue, la bebida
estuvo.... entretenida.
Una
vez satisfecha y cansada de la miradas que produce mi extranjerismo
(no hay muchos latinos mestizos aquí) me marcho, sigo mi camino
sobre la calle Albert en dirección contraria al muelle hasta llegar
a Mayoral Drive para pasarme a la calle Queen, sigo el camino hasta
que llego al costado de un parque, un parque hundido llamado Myers Park. El
sol ya va en picada, el parque está desierto y lo atravieso
tomándome mi tiempo entre los juegos para niños y la toma de
fotografías. Al final llegó a la calle Queen, donde viven Paola y
Sergio, y ahora también yo, después de 5 días de Queen Street
Backcpackers y una cuenta de trescientos dólares, el sillón del
depa de estos chicos, me viene muy bien.
Trámites
listos, ahora, a buscar dónde vivir y oh sí, trabajo.
Bicho erradizo
Bicho erradizo